Te echo de menos, ¿sabes?
Y ya está, no hace falta decir más. ¿A qué parece fácil? Pues no lo es, no. Es una mierda. Son cuatro palabras, y encima pequeñitas, y no soy capaz de decirlas. ¿Por qué?
A lo mejor es que no te echo tanto de menos. Si lo hiciera de verdad me tragaría el orgullo y llamaría a tu puerta.
Pero no lo hago, ni lo haré.
Espero que nos encontremos otra vez. Y que vuelvas a poner mi mundo patas arriba.
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