12 de noviembre de 2012

Enero. Octubre.


Hay cosas que ya he olvidado, pero hay otras que nunca podré hacerlo. Se me ha olvidado acordarme de ti cada 19, porque ya lo hago todos los días. Ahora siempre es enero.
Me enfadé mucho, ¿sabes? Porque me ibas a estropear mi viaje a la nieve por tus “tonterías”. Que no fueron tonterías, que la única tonta era yo.
Y seguí enfadada. Contigo, por no quedarte conmigo. Con ellos, por no hacer nada para que siguieras aquí. Con los que se equivocaron, que nunca perdonaré. Y conmigo, sobretodo conmigo, por no salvarte, por desperdiciar cualquier momento que podía haber pasado contigo, por no estar a la altura. Y sigo sin estar a la altura.
Entonces te prometí que no te irías, que volveríamos a ver un musical, que te invitaría a mi casa, que iría a verte después de la universidad. Pero como siempre, nunca cumplo lo que prometo.

Dormida, tan guapa como siempre. Ese fue el regalo de Reyes. Malditas Fiestas. No despertaste, para lo que hay que ver.
Llovió. Como tenía que ser. En los momentos tristes, siempre llueve. Y te fuiste, a donde querías estar, con él. Porque si existe el amor eterno, pero solo algunos lo encuentran. De Madrid al cielo, y un agujerito para verlo. Todavía no ha dejado de llover.

Eres a la única persona a la que le he dicho te quiero. Bueno, quien dice decir, dice gritar mientras Papá hablaba contigo por teléfono. Me hiciste ponerme para repetírtelo, y yo morí de vergüenza. Pero al menos, me oíste decirlo, mereció la pena.
No olvidaré la vez que te negué un beso, por estar enfadada por una ñoñería. Con tu cara de tristeza al oírme decir “no” se fue mi orgullo, y volví a buscarte. Contigo nunca supe quedar por encima, como el aceite.
Las cosquillas en los pies, que tú te comerías para cenar de lo pequeñitos que eran. Si es que se me olvida todo, estoy fatal. Y perdí la memoria.
Sigo esperándote en la cafetería de El Corte Inglés, nuestra segunda casa, para comer nata con tortitas, pero sigue faltando nata.
Ya sabes que aquí no hay castañas locas, pero siempre que las veo me acuerdo de ti. Ahora siempre es jueves.
Ahora que ya están las luces puestas, puedes decirle a la Navidad que se puede ir por donde ha venido, que sobra. Porque no te lo puedes ni imaginar. Que sin ti no viene a cuento.
Eras lo que nos unía, pero ahora ya no hay nada. Solo el recuerdo de lo felices que fuimos y que poco lo aprovechamos.
Fantaseo creyendo que estarás orgullosa de mí, aunque voy de mal en peor. Siempre me viste con buenos ojos, la única. Aunque, como decías, siempre tuve menos sensibilidad que un tractor.

Todos están bien. Incluso yo.
No sé porque te miento, si me ves a todas horas.

Me dejo mucho por decir. También digo demasiado.
Te mereces mucho más que este puré de palabras, pero con tantos nietos aprendiste a apreciar cualquier chapuza. Siempre fui tu nieta favorita, aunque nunca mencionamos que era la única.
Sigo teniendo mi mano ocupada, porque siempre va cogida de la tuya. A los demás, cogidos por el brazo, y en el otro, el bolso, como Doña Croqueta.

Fuiste todo y serás todo. Siempre. Como ya te dije, hueles a Navidad. Pero ella no huele a nada. Ya no.
Rosa de la Alhambra, rosa de la morería,
Haré lo que tú me mandes con tal  de que seas mía.

Te quiero


(Nunca creí que escribiría sobre esto, pero a lo mejor lo necesitaba. Nunca me había atrevido, y ha salido esto.)

1 comentario:

  1. Quizá es porque llevo todo el día abrazado a una manta, con cascos y luz apagada. O quizá que nunca pude despedirme de la mía y hubiera querido decirle lo que tu has escrito a la tuya, pero no había llorado desde que la perdí, y hoy volviendo a leer esto estoy contribuyendo negativamente a la tala de árboles, porque voy por el tercer pañuelo. Y en cambio estoy sonriendo, porque me haces recordar todos los buenos momentos de cuando era un mico. Gracias, sigue así.

    Israel_pr

    ResponderEliminar