10 de junio de 2012

Confianza

Si no lloro no es por lo que los demás piensen de mí, porque me vean débil, porque crean que no soy feliz. No lloro porque no quiero pensar que soy débil, porque no quiero pensar que no soy feliz, porque no quiero pensar que no puedo, porque no quiero darme cuenta de que mi vida es una mierda.
Me hago la dura, finjo que nada me importa, que no necesito nada ni a nadie, que yo sola me basto para continuar. Pero no, eso no es así.
Cuando no quieres, cuando menos lo necesitas aparece ese pensamiento, que no sabes quien lo ha puesto ahí: ¿como será tener a alguien en el que puedas confiar ciegamente?
Me engaño porque aunque "no me importa" en seguida empiezo a pensar que quiero eso, lo que tienen todos, una persona que te haga feliz con una sola mirada, con una sonrisa, con un beso.
Y no aparece.
Y cuando aparece alguien que podría serlo lo aparto. ¿Por qué? Pues porque tengo miedo, porque no quiero que me hagan daño. Me cuesta mucho confiar, siempre me ha pasado. Exijo mucho, demasiado.
Y no puedo cambiar, porque cuando lo he intentado me han fallado.
¿Para qué voy a arriesgarme si al final acabaré llorando SOLA en mi habitación?
Y lo peor es que cuando alguien desaparece de tu vida te provoca un vacío, porque ha sido alguien importante. Pero parece que para esa persona no, es como si nunca hubieras existido.
Demasiadas noches en silencio bañando la almohada en lágrimas.